Es conocido que la segunda campaña al Alto Perú, encarada por el Ejército del Norte en 1813, tras las victorias de Tucumán y Salta y al mando del general Manuel Belgrano, terminó con las aplastantes derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Tales contrastes obligaron a la fuerza patriota a retirarse, y poco después el poder central dispuso reemplazar a Belgrano por el entonces coronel José de San Martín, en 1814.
La grandeza moral de Belgrano ante esa medida, se evidencia en la carta que escribió desde Tucumán, el 25 de febrero de ese año. “Acaso mi ignorancia –decía- ha concurrido a los contrastes de Vilcapugio y Ayohuma, y desprendiéndome de todo amor propio pedí al Gobierno el jefe digno que hoy tenemos, quedando yo en la clase de un simple soldado. ¿A que nos hemos de engañar? ¿Dónde ni cómo había de ser yo un General? Un General desgraciado rara vez es oído, porque las operaciones militares se juzgan por los resultados; pero felizmente mis súplicas fueron atendidas y he tenido la complacencia de que me haya sucedido en el mando el benemérito Sr. don José de San Martín, Coronel del Regimiento de Granaderos a Caballo, cuyas probidad y conocimientos son conocidos en Europa no menos que entre nosotros”. Añadía: “he depositado en sus manos la bandera del Ejército que en medio de tantos peligros he conservado, y no dudo que la tremolará sobre las más altas cumbres de los Andes, sacándonos de entre las garras de la tiranía y dando días de gloria y de paz a la amada patria”. El doctor Carlos Ibarguren reproduce esta misiva en “La historia que he vivido” (sin dar destinatario ni fuente). Ella indicaría que ya en febrero de 1814 Belgrano estaba enterado del plan continental que tenía en mente el futuro Libertador.